Por Elvia Rosa Castro
Un trozo de asfalto sólido con unas manchas de colores desparramadas encima, no significa mucho si no leemos que aquella se titula Mariposa sobre pavimento. Un caligrama que representa a un simio dibujado con nombres de los principales lingüistas de la historia no pasa de ser gracioso si desconocemos que se titula El mono gramático. En ellas el título ni describe ni explica; más bien completa la obra, hace que signifique. Sin él, ellas no van lejos. O mejor, no existen en su plenitud.
Yornel Martínez Elías (Manzanillo, Cuba, 1981) es el autor de estas piezas, cuyo afán de asociar pueden servir de referente para comprender Mi mano derecha no sabe lo que escribe mi mano izquierda, su actual muestra personal, galería El reino de este mundo, Biblioteca Nacional José Martí. Por vez primera Yornel puede compilar, en un mismo espacio, obras que “ilustran” todas sus facetas: pinturas, libros-objetos, caligrama y esculturas-objetos. Por vez primera también, su homenaje a Stèphane Mallarmé es tácito. (Antes se intuía, en la obsesión de ambos por cenizar la estructura del libro tradicional, pero ahora esa cortesía directa está en el caligrama Un golpe de dados y en la pintura El blanco de Mallarmé).
Cinco piezas más componen esta sobria y excelente exhibición emplazada en el espacio ideal para sus obras (imagino a los bibliotecólogos en shock).Dos mega instalaciones pictóricas: El sueño de la mujer del pescador y Composiciones con tipos móviles. De Hokusai, Yornel hurta la figura del pulpo y lo segmenta por varios lienzos de diferentes formatos y colores emplazados de manera excéntrica. En algunos tentáculos pinta letras, alusión al acto de escribir con teclado. Composiciones… es una serie con linotipos pintados en primer plano y ausentes de narración que, unidos, pueden urdir frases. En ambas, la presencia del texto traspapela lo aséptico de la pintura. Atlas es un bellísimo libro compuesto por los paños con los que él limpia sus pinceles. Lleno de manchas pictóricas se trata de un atlas atípico, muy personal y abstracto. Aquí yace toda la poesía resulta un epitafio objetual, una pequeñísima mole de rascacielos compuestos por los plomos y linotipos de imprenta. Aforística visualmente, tal vez sea la joya de la expo, sin embargo, la Colección Uróburos se deduce más dada su perversidad. Siguiendo la lógica de Lecturas arbitrarias, gesto mínimo que formó parte de su “evento” Intervención en una librería, 12ma Bienal de La Habana, Yornel compra libros de uso y los une aparentemente bajo un mandato formal pero cuando leemos los títulos de cada uno en relación con el otro se atisban allí curiosas contaminaciones, consecuencia de un azar subjetivo (¡vs. Bretón!).
En la pared leemos: “Más allá de su concreción como libros-objetos, la Colección Uróboros es un ejercicio editorial que ubica al lector ante la búsqueda de nuevos horizontes asociativos. La unión de dos libros ya existentes (…) crea una interferencia mutua –título y contenido–, al tiempo que produce una alianza de mayor eficacia. La lectura bipolar, bifronte, bifásica, o sencillamente “bilectura”, es la base del principio de multiplicación cultural que supone la existencia de la biblioteca. El hecho de que un libro esté compuesto por su perfecto reverso es una realidad de connotaciones sorprendentes, convierte toda escritura en un acto de continuidad, en una posible parodia”.
Está claro que en él la escritura es mineral y tal vez por ello no me detendré a explicar ese terreno donde el ablandamiento del ego (imagen) y el ego robusto (texto), entablan un diálogo agónico y se muestran aptos para cualquier operación visual . “La escritura debe tener una virtud tonificante. Ella es una conducta” afirmaba Henri Michaux. Es en ese vigor y convencimiento ético que prefiero, a estas alturas, apreciar la obra de Yornel. No hay subalternidad en el uso de este o aquel recurso sino descentramientos de todo tipo: de la escritura, del arte, del discurso y por supuesto, del poder.
El arte de Yornel Martínez es un arte reversible y su blog impreso P350 es el mejor ejemplo: ni revista ni obra visual en sentido estricto pero funciona en ambas direcciones. En ese papel de bolsas de cemento P350 caben obras, collages y textos de diferentes escritores y artistas invitados por él. Exergo, consistente en colocar versos en las marquesinas de los cines más populares de La Habana, fue un gesto descentrador, un cortocircuito de extrañamiento poético que altera el texto, el soporte y al espectador.
Yornel es un artista transversal que se pasa la vida produciendo “notas al total” precisamente porque huye de la totalidad. Para eso viene muy bien la lógica del koan: saber maniobrar con lo aparentemente absurdo. Emplazar a la razón occidental y minar su linealidad. “Reacio a las summas, a los tratados(…) siempre he preferido los libros heterodoxos, los desiguales. Por eso quizás lleve años leyendo(…) ensayos fragmentados, llenos de alusiones personales, de espacios de ficción”. Casualmente (¿casualmente?) en estos días leo este libro de Gerardo Fernández Fe . Tal vez ellos quieran “leerse” pues son muy buenos y en definitiva sus lógicas trascienden este o aquel género artístico. (Pablo Helguera y Ernesto Leal pudieran sumarse). Es que, así de simple, ellos son hombres de cultura, ilustrados, de interfaces.